Luz negra en los retratos de Antonio Romero.
Insistir tanto en un tema tiene sus ventajas,
con el tiempo puede llegarse al dominio sobre eso que se insiste.
Desde Rembrandt hasta Cindy Sherman, muchos artistas
han hecho del retrato el interés particular de su producción. El rostro pasa a ser un vasto terreno sobre
el cual circular, el rostro como
paisaje, el rostro como identidad, el rostro como plano geométrico o como una
estructura abstracta. El rostro como distintivo del ser humano que a su vez es
el distintivo de todas las cosas.
Los rostros de Romero son rostros con autonomía,
con vida propia, no parecen pertenecer a alguien, la tensión y el halo de
misterio que transmiten los presentan a veces como seres incorpóreos con un
aire de soledad y desasosiego. Se podría hablar quizá de cabezas como en la
obra de Álvaro Menéndez Leal.
Despreocupado por los detalles, las
proporciones y los cánones académicos, Romero no dibuja ojos, propone miradas,
no pinta volúmenes, muestra presencias,
no define contornos, nos hace escuchar murmullos. Goter y Moter y esa incertidumbre de no saber
si estamos muertos o si aún seguimos vivos.
Al fin y al cabo ya dijimos que insistir tanto en algo tiene sus
ventajas, pero también sus riesgos.
HdD
Lista de obras de arriba abajo:
1- Sin título I.
2- Sin título II.
3- Sin título III.
4- El profeta.
5- Sin título IV.
6- Mujer I.
7- La peste I.
8- Sin título V.
9- Mujer II.
10- Artstudio I.
11- La peste II.
12- Sin título VI.
13- Sin título VII.
14- Teatro.
15- Cabeza Parlante I.
16- Murmullo.
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